Concejal por el PSE-EE en el Ayuntamiento de Getxo, el 19 de febrero del año 2001 la casa familiar es atacada con cócteles molotov. Desde ese atentado Joseba vive con escolta y su familia ha vivido el hostigamiento permanente por parte de sus vecinos.

DATOS PERSONALES:

Nombre: Joseba Markaida

Edad: 56 años

Profesión: Técnico de la Dirección General de la Marina Mercante. Portavoz PSE-EE en el Ayuntamiento de Berango (Bizkaia). Presidente de ZAITU, asociación de perseguidos, amenazados y exiliados por la acción de ETA.

Situación familiar: Casado. Dos hijos.

Lugar de origen: Getxo (Bizkaia).

COLECTIVO: Políticos.

En la entrevista participa también Asun Olaeta, esposa de Joseba Markaida.

HECHOS

- En el año 2000 entra como concejal por el PSE-EE en el Ayuntamiento de Getxo.

- El 19 de febrero del año 2001 él y su familia sufren la primera agresión. La casa familiar, en Getxo, es atacada con cócteles molotov. Su hijo mayor sufre quemaduras en una pierna al intentar apagar el incendio provocado por los cócteles.

- Desde ese atentado Joseba vive con escolta.

- Las pintadas amenazantes en el paseo a la playa de su pueblo son habituales desde su entrada como concejal al ayuntamiento de Getxo.

- El 19 de febrero de 2002, unos desconocidos pusieron a su hijo un paquete que simulaba ser una bomba bajo la rueda del coche familiar, aparcado en el patio de la casa.

- La Ertzaintza le informó en una ocasión de se había encontrado una lista a un comando de ETA en la que aparecían como posibles objetivos él y el juez José María Lidón, asesinado en 2001.

- El 18 de junio de 2005 volvieron a atacar la casa familiar. Tiraron unos cócteles a la casa. Ninguno entró al interior del domicilio.

- El 13 de octubre del 2007, un grupo de una docena de activistas habían preparado una encerrona en casa para matar a Joseba Markaida, según un auto del juez Garzón.

- Su familia ha vivido el hostigamiento permanente por parte de sus vecinos.

CONSECUENCIAS

J.M.: “El relato de nuestra historia es sencillo. Ya desde que militábamos en Euskadiko Ezkerra, había vecinos que nos echaban malas miradas y nos hacían comentarios tontos. Con la convergencia de EE con el Partido Socialista en 1993 y nuestro ingreso en el PSE, la cosa empezó a radicalizarse: hubo quien dejó de hablarnos, empezaron los insultos e incluso hubo alguna pintada tímida”.

“La cosa se puso realmente cruda cuando entré como concejal al Ayuntamiento de Getxo, en el año 2000. Empezaron las amenazas directas contra mí. Pintadas con mi nombre en el centro de una diana por todo el paseo y amenazas de muerte”.

“Pero fue cuando nos quemaron la casa cuando nos dimos cuenta de que iban a por nosotros. Antes nos habían quemado una chabola que teníamos en la huerta que tenemos en la parte de atrás de la casa. No sabíamos si atribuirlo a una gamberrada, una tontería de chavales o un acto de kale borroka, y aquello lo dejamos pasar. Pero el 19 de febrero de 2001 nos tiraron unos cócteles molotov a la casa. Los colaron por las ventanas de la cocina, donde estaban mi mujer y mi hijo, y provocaron un incendio. Desde donde tiraron los cócteles se veía perfectamente si había gente en la casa. No tuvieron reparos en tirar los cócteles aun sabiendo que mi familia estaba dentro”.

A.O.:“Nuestro hijo mayor se quemó un pie cuando intentó apagar el fuego. Uno de los componentes que habían metido al artefacto era ácido de baterías, ácido clorhídrico o sulfúrico… La cuestión es que no se apagaba con agua, y aquello seguía ardiendo. Ese fue el primer ataque serio. A raíz de aquello te entran algunas paranoias. Por ejemplo, mi hijo no quería dormir en su dormitorio por miedo a que un ataque le tirara encima toda una cristalera que tiene en la habitación. A mí me daba miedo ir por la noche a por agua…  En fin, te entra el miedo. Luego se pasa, pero al principio lo pasamos mal”.

J.M.: “Ahí es donde empieza nuestro sin vivir; sabemos que estamos en el punto de mira, yo empiezo a llevar escoltas, y nos vemos obligados a tomar una decisión: nos marchábamos, cosa que podíamos hacer por el tipo de trabajo que yo tengo, o  nos quedábamos. Decidimos que nos quedábamos. Quedarnos significó perder libertad, ganar en inquietud, pero también ganar en dignidad y coherencia”.

“En estos años hemos tenido otros tres ataques a la casa. Desde el año 2002, el hostigamiento ha sido constante. Desde los primeros meses, desde la iglesia Andra Mari hasta la playa Azkorri, dos kilómetros de paseo, siempre con pintadas del tipo: “Markaida, has hecho tu última” o “Markaida estás muerto”, “Markaida asesino”.  Antes de entrar como concejal,  cuando nos metimos en el PSOE, habíamos tenido encontronazos con vecinos, pinchazos en las ruedas del coche, insultos, gente que nos dejaba de hablar… Eran cosas de críos, gamberradas, y reacciones de cobardía, o así nos las tomábamos nosotros”.

A.O.: “Pero en una de esas ocasiones tuvimos que llamar a la Ertzaintza, incluso tuvimos juicio. En aquella ocasión, mi padre estaba aquí en la casa, y unos chavales empezaron a aporrear la puerta. Eran unos críos de 14 o 15 años. Tiraron una bola de acero que le dio a una perra que teníamos entonces, que le hizo una buena avería en la cabeza, estuvo a punto de matarla. A mí me daba no sé qué llamar a la Ertzaintza para denunciar a unos niños, pero llamé, y la Ertzaintza ya nos dijo que de niños nada,  que los conocían y eran peligrosos. Más tarde supimos que algunos de aquellos chavales fueron detenidos más tarde por ataques a las obras del TAV”.

J.M.: “El segundo atentado que tuvimos fue el del 18 de junio de 2005. Recuerdo la fecha porque es nuestro aniversario de bodas. Tiraron cócteles a la casa. Quisieron quemar el tejado, pero los cócteles cayeron al otro lado de la casa. Intentaron hacer explotar unas bombonas que teníamos en el patio, pero no lo consiguieron. Tuvimos suerte de que no fueron más que daños materiales y que no consiguieron meter los cócteles dentro de la casa”.

A.O.: “Era junio, finales de curso, cuando se hacen cenas de fin de curso. Mis hijos estaban todos de cena por ahí. Llegó la novia de mi hijo a dormir a casa a las cuatro de la mañana. Se encontró con toda la Ertzaintza, las luces, todo el lío en la casa… La cogí y la subí a dormir. Yo pensaba: “esta chica se ha tenido que quedar de piedra”. Esa es otra; conociendo todo esto, a ver quién se acerca a compartir contigo nada”.

J.M.: “Si, esa es una de las cosas más duras. De un día para otro, notas que hay gente de tu entorno que siente miedo de acercarse a ti. Amigos nuestros dejaron de venir a casa. Cuando ven que te atacan, hay quien no quiere que le vean contigo, tiene miedo, no quiere que le marquen. Desde el atentado, había gente que sí, te llamaba por teléfono, se interesaba por tí, pero no se acercaba a la casa para nada. Esa es una de las cosas que más hemos sentido”.

A.O.: “También he de decir que, por otra parte, hemos tenido alguna sorpresa grata. Por ejemplo, con una vecina de HB (Herri Batasuna, posterior Batasuna) de toda la vida, hermana de uno que fue de la mesa nacional en la época de Idígoras y todos estos. Estábamos por aquellos años en una plataforma popular de reivindicación de la estación de Getxo. Estábamos en un comité, y ellos, los de Batasuna,  le abucheaban a Joseba cuando intervenía en los plenos, aunque en el  fondo estuviéramos del mismo lado, reivindicando la estación. Pues bien, una de las que más gritaba en contra de Joseba en los plenos era esta vecina,  una mujer de nuestra edad más o menos.  Un día se acercó a la casa a decirme: “no hay derecho a que os hagan esto que os han hecho (refiriéndose al atentado). Yo ya sabes la ideología que tengo, pero me parece que esto que os han hecho es infumable. Iba a llamarte por teléfono pero he decidido venir a decírtelo en persona, para que veas que no tengo problema de que me vea nadie”.

J.M.: Fíjate que nosotros vivimos aquí, rodeados de gente de HB, que está siempre mirando por la ventana. Pues a esta mujer no le importaba que le vieran. Le agradecimos el detalle, la verdad. Por otra parte, también puedo decir que más de uno de HB me ha llamado para darme información y comunicarme cosas”.

“Como te decía, hay veces que te llevas sorpresas con la gente de HB. Los hay que se han solidarizado con nosotros. Son  hechos, gestos sinceros, no solo palabras. Por eso digo que generalizar con ellos tampoco es justo”.

A.O.: “En otra ocasión, a mi hijo mayor le metieron un paquete que simulaba una bomba bajo el coche. Era un paquete pequeño, de cartón, embalado con cinta que contenía un puñado de clavos grandes. Yo fui a arrancar el coche, vi que el coche se me levantaba por la parte de atrás  y salí corriendo. Bajó mi hijo a mirar, y vio la caja haciendo cuña a una rueda trasera. No había nada grave, él mismo, sin llamar a la Ertzaintza ni nada (cosa que, reconozco, fue una temeridad), averiguó que se trataba de una simulación”.

J.M.: “Pero era el coche de mi hijo, ya no era un aviso a mí. Era una amenaza a mi hijo. Llegó un momento en el que él ya no aguantaba más. Era el año 2002. Acababan de ponerle la bomba a Eduardo Madina. Era una época muy dura. Mi hijo había tenido que soportar la presión, los insultos y las amenazas durante muchos años. Algunos de los que en ese momento estaban atacando a gente eran chavales con la que mi hijo jugaba de crío en el pueblo, chavales que han estado correteando por mi propia casa”.

“Tomó la decisión de marcharse a estudiar fuera. Fue una época muy dura. Era el que más afectado estaba al principio con todo esto, pero luego, con la distancia, es el que mejor lo ha asimilado, y ahora es el que con más sosiego acepta esta situación, al contrario que nuestro hijo menor. Este era el que más temple mostraba al principio. Pero  cuando detuvieron a los que nos habían intentado quemar la casa la última vez, vio que uno de los detenidos era uno de su cuadrilla de toda la vida. Le impactó mucho. Se quedó hecho polvo. Cambió totalmente su manera de enfocar este asunto”.

“Hablo de los hijos porque, aunque el objetivo, el concejal del PSE-EE,  soy yo, al final los más afectados son ellos. Ellos decidieron quedarse, aunque en más de una ocasión, estoy convencido de que se han arrepentido”.

“El susto más grande que hemos tenido últimamente fue el 13 de octubre de 2007. Nos enteramos por las noticias de un auto del juez Garzón por el que se ordenaba la detención de un grupo de personas que había trazado un plan para atentar contra nosotros en nuestra casa. Iban a tirarnos cócteles  por la parte de delante de la casa para cerrarnos el paso por delante y obligarnos a salir por la cuadra de detrás, donde estaba otra parte del grupo esperándonos para matarnos. El auto decía textualmente que había “peligro cierto” para nuestras vidas. Estamos pendientes del juicio, por cierto”.

“Además de esto, también fui objeto de un seguimiento de un comando hace unos años. Nos seguían a Marisa Arrúe, la portavoz del PP en Getxo, al juez José María Lidón  y a nosotros. El único que no llevaba escoltas era el juez Lidón. Y lo mataron”.

“Como conclusión, diría que esto es una situación excepcional. Incoherente con los tiempos que se viven. Es una anécdota lo que pasa con ETA en la Europa del siglo XXI. Pero una anécdota que nos podía haber costado muy caro, y que nos ha hecho vivir los últimos 10 años con una inquietud enorme”.

“Ha sido una inquietud permanente, pero ha sido una situación voluntaria. Porque aquí cada uno reacciona a las cosas de una manera distinta. Depende mucho de la personalidad de cada uno, la manera de afrontar el miedo. Nosotros decidimos quedarnos y aguantar. Otros decidieron irse. Y nosotros lo respetamos. No todos estamos en la misma situación, ni nos tomamos las cosas de la misma manera. Nosotros también tuvimos dudas de si hacíamos bien quedándonos. Se  puede decir que fuimos un poco temerarios, sobre todo pudiendo haber elegido. Pero creo que el tiempo viene a darnos la razón a los que teníamos claro que esto se trataba de tener paciencia y firmeza. Dudábamos de si estábamos haciendo bien,  pero ahora la duda se va desvaneciendo”.

“Creo que si muchos no hubiéramos aguantado aquí, esto no habría llegado al punto en el que estamos. No pienso en los políticos, ni en los periodistas, ni en la judicatura. Pienso en los grandes y pequeños empresarios que han aguantado tanto tiempo aquí. Al contrario que los representantes públicos, que sí tenemos la obligación de dar la cara, ellos no tenían ninguna obligación. Podían haber abandonado Euskadi perfectamente, como hicieron muchos otros, y sin embargo decidieron quedarse”.