DATOS PERSONALES:
Nombre: Eduardo 'Teo' Uriarte Romero
Edad: 66 años (1945)
Profesión / Cargo: Doctor en Ciencias de la Comunicación. Jubilado. / Ha sido dos veces diputado en el Parlamento vasco por Euskadiko Ezkerra (EE) y concejal en el Ayuntamiento de Bilbao por el PSE.
Situación familiar: Separado. Dos hijas.
Lugar de procedencia: Nacido en Sevilla (Andalucía), llegó al País Vasco en 1953.
COLECTIVO: Políticos.
HECHOS
- Nacido en Sevilla, Teo Uriarte llegó con su familia al País Vasco cuando tenía ocho años debido a que su padre, bilbaíno, encontró un trabajo en Vitoria-Gasteiz. Once años después, en 1964, Teo Uriarte ingresó en ETA.
- En 1969 Teo Uriarte fue detenido y se convirtió en uno de los 16 encausados en el llamado Proceso de Burgos. En dicho macrojuicio, el Régimen condenó a muerte a seis de los procesados, entre ellos Teo Uriarte. Su condena fue la más dura de todas: 2 penas de muerte y 60 años de prisión.
- La presión internacional sobre el régimen Franquista hizo que los ministros franquistas acordaran conmutar las penas de muerte por la pena inmediata inferior; cadena perpetua. Así, Teo Uriarte estuvo de prisión en prisión junto a Mario Onaindia hasta la amnistía de 1977. Ambos promovieron la disolución de ETA político-militar y fueron dos de los fundadores del partido político Euskadiko Ezkerra (EE), que en 1977 se presentó por primera vez en unas elecciones generales.
- En las elecciones al Parlamento vasco de 1980, Teo Uriarte fue elegido diputado por EE, cargo que repitió en la siguiente legislatura. Más tarde fue teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Bilbao con el Partido Socialista.
- Su alejamiento del mundo violento y posterior lucha contra él le ha acarreado vivir bajo la amenaza terrorista, de la que ha tenido que protegerse mediante escolta.
CONSECUENCIAS
“Mi familia y yo vivíamos en Sevilla, pero mi padre era de Bilbao y él quería volver. Le salió un trabajo en Vitoria y, como suponía acercarse, vinimos en 1953. Años más tarde entré en ETA. Yo mismo me he preguntado por qué. Por rebeldía, había una dictadura y yo era hijo de derrotado, revancha, aburrimiento (puesto que aquella sociedad no te daba demasiadas opciones de vida), inexperiencia, ingenuidad y estupidez de juventud. En aquel momento la rebeldía tenía dos plataformas: el Partido Comunista, del que no conocía a nadie, y ETA. Tuve la mala suerte de que un compañero de clase era de ETA y me dijo si me quería unir y lo hice, supongo que para su sorpresa, porque yo era de Sevilla”.
“A Mario Onaindia lo conocí unos años después, cuando me escapé de Vitoria en unas detenciones que hubo en junio de 1967. Nos hicimos amigos. Me sorprendió que alguien tan joven tuviera esa capacidad intelectual. Era un gran lector. Con él corrí una serie de aventuras que incluye el Proceso de Burgos, la estancia en la cárcel, la creación de Euskadiko Ezkerra… Yo me cabreé con él y me fui al PSE un año antes que él, y allí volvimos a encontrarnos”.
“Vivimos el Proceso de Burgos con una enajenación evidente que nos llevaba a, incluso, asumir la ‘inmolación’ de una manera inconsciente. Era un ambiente en el que te convertías en ídolo. Te ibas enterando del eco que estaba creando el Proceso de Burgos y las movilizaciones que se estaban dando y tú no podías desertar de aquel escenario que había opuesto a los militares más conservadores del régimen franquista. Estás bajo el foco mediático, pero tomas el reto, aunque en algunos momentos piensas que esos tíos que nos tenían nos iban a matar. Empiezas a ser consciente de lo que ocurría más tarde. Yo lo fui más o menos un mes después, cuando me enviaron a otra prisión y me había relajado un poco. Ves lo cerca que estuvo la muerte y las circunstancias políticas que se dieron en el Proceso de Burgos”.
“Para nuestra desgracia nos convertimos en algo así como iconos. La organización de ETA estaba absolutamente derrotada, destrozada y casi extinguida. Se nos pedía testimonios, escritos, tutela… Hicimos algún disparate escrito pero también alguna cosa sensata. Empezamos a ser sensatos creo que a partir de 1974. El Régimen no tenía más salida que, quizás no una democracia tan coherente como la que finalmente se montó para el año 1978, pero sí para un régimen tendente a un sistema democrático. Con la Revolución de los Claveles de Portugal estaba claro que España, o se sumaba a la democracia, o los problemas serían mayores. En ese momento empezamos a escribir cosas más serias y fuimos planteando la necesidad de asumir la democracia burguesa y actuar en su seno, pese a los más jóvenes que querían eternizarse en un combate contra la dictadura”.
“El Proceso de Burgos hizo que la gente se fijara bastante en nosotros, sobre todo en el caso de Mario Onaindia, que fue quien acabó su declaración en el juicio cantando el Eusko gudariak (Soldados vascos). Es evidente que esta situación nos sirvió bastante, sobre todo por el prestigio de Mario, para ir pastoreando en el mundo de ETA político-militar hacia posiciones más moderadas, el apoyo al Estatuto de Autonomía y, a partir de ahí, la aceptación de posiciones democráticas. Fue importante, porque la aportación de Euskadiko Ezkerra al Estatuto era un detalle cualitativo fundamental para que se prestigiara. En aquel momento fue importante que Mario tuviera la capacidad de llevar a un sector de la izquierda ‘abertzale’ hasta el Estatuto de Autonomía”.
“Hubo varios hitos que nos alejaron definitivamente de la violencia, sobre todo dos. La participación en las elecciones de junio de 1977. Mario estaba con la unidad de la izquierda ‘abertzale’, y tuvimos una bronca gorda. Inmediatamente después de participar en las elecciones, hubo otro hito: la reconstitución de ETA con el asesinato de Javier de Ybarra y Bergé, quien era presidente de la Diputación de Bizkaia. Pese a nuestra oposición, lo tuvieron secuestrado durante las elecciones como mecanismo de presión para que no participara nuestra gente. Inmediatamente después de las elecciones y los resultados lo asesinaron de la manera más asquerosa, reconstituyendo de esta manera a ETA frente a la democracia y quitándole la legitimidad a la violencia y a los políticos militares. Después vino la ruptura con el KAS, de donde forzamos que nos expulsaran. Había que marchar de un mecanismo controlado por lo más radical de la izquierda ‘abertzale’. Fueron dos momentos”.
“Todos interpretamos el pasado en función del momento actual. El régimen de Franco era una dictadura, y los que dicen que no ha cambiado nada es porque no saben lo que es ni una cuarta parte de una dictadura. La transformación que se produjo en España hasta llegar a la Constitución sin un enfrentamiento civil es como para llevarlo a los anales de la historia. Fue un cambio importante debido a un factor económico, que era la creación de una clase media en España y la insistencia de sectores del Régimen que consideran que no hay futuro político si no es en una democracia occidental. Esos dos elementos son importantes para que desde el seno del mismo Régimen se empiecen a quitar obstáculos para ir hacia un encuentro democrático. Los únicos que estábamos por la ruptura éramos los de ETA y el Partido Comunista. El Régimen estaba bien asentado y mediante sus medidas de represión y terror no tenía contrincante social. Las masas se callaban o aceptaban lo que tenían. Los de la ruptura éramos muy pocos y las únicas fuerzas en España con capacidad de crear algún problema al Régimen eran el Partido Comunista y los de ETA, que estábamos a lo nuestro. Todo se encarriló muy bien. La amnistía que hubo fue una auténtica amnistía y la democracia que vino fue una auténtica democracia”.
“Con la creación del partido Euskadi Ezkerra (EE), poco a poco hubo un alejamiento de la violencia. Fue cuando hubo una reacción en el seno de EE que animó a los poli-milis a una campaña de atentados contra líderes de UCD (Unión de Centro Democrático). Era una maniobra que iba en contra de Mario Onaindia y los reformadores que había en el seno de EE. Mario se indignó, sobre todo a raíz del asesinato de José Ignacio Ustaran. Pero supongo que también porque se dio cuenta de que la operación fue contra el proceso que él estaba encabezando. En ese momento se acabó, si había que romper se hacía. Entonces fue cuando se dijo a los poli-milis que tenían unas medidas de reinserción por medio. Luego se produjo el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Algunos poli-milis fueron conscientes de que lo que habían estado haciendo, que traía la posibilidad de una nueva dictadura, porque habían estado facilitando el golpe militar. Eso fue algo que a los milis no les importó. Entonces apareció la palabra sagrada en ese mundo: ‘dejarlo’. Hasta que no se produce esa palabra, el resto de palabras son tonterías. Es cuando nos esforzamos por intentar resolver el tema de la reinserción, que se produjo por dos razones: no hubo ninguna condición política por medio, pues hubo un acuerdo entre todas las fuerzas políticas y la judicatura, y, en segundo lugar, no hubo una reacción por parte de víctimas, porque todavía no había ningún movimiento de víctimas. Quizás si lo hubiera habido y hubieran protestado se habría complicado esa posibilidad. Hoy en día, el que quiere buscar soluciones, tiene que tener en cuenta la presencia del movimiento de víctimas”.
“El fenómeno de Euskadiko Ezkerra es muy peculiar. Desde el clasicismo político de Grecia, para que pueda haber polis, se asume la existencia de varias lealtades: a la tribu, a la polis e incluso si se va extendiendo la polis, al pequeño imperio que va creando Grecia. Eras ciudadano de un montón de cosas. Compartías lealtades. Algunas contradictorias, pero se intentaban asumir las contradicciones. Sin embargo, el nacionalismo es una ideología de una sola lealtad. Por lo tanto, si asumes planteamientos ajenos al nacionalismo como positivos para integrarlos en la convivencia con otros, dejas de ser nacionalista. Eso Mario Onaindia lo descubrió bastante tarde. Nosotros éramos moderados y críticos. Esa bellaquería, sectarismo, estupidez y trampa que manifiestan las doctrinas entre las que se encuentra un nacionalismo tardío como el vasco, nos echa de su seno en cuanto dejamos de serle útiles al PNV, tras votar el Estatuto de Autonomía”.
“Uno de los mejores discursos de Mario, que no lo vi porque yo ya militaba en el PSE, fue cuando se dio la integración de EE en el PSE. Euskadiko Ezkerra se quedó sin espacio político a principios de los 90. Estábamos en un gobierno de coalición entre el PNV y el PSE, y el discurso de EE no es que lo hicieran ambos, pero la solución de ambas fuerzas era ese espacio que ya no era el de EE, el del marco de encuentro entre nacionalistas y no nacionalistas. Entonces, y frente a las reticencias de bastantes de los presentes en la asamblea previa a la votación para ir a la convergencia, Mario dijo algo así como: ¿Tenéis miedo a que os llamen traidores? Si fue mucho más duro lo que hemos pasado, ya somos traidores. ¿Ahora os da miedo ir al PSE? ¡Si ya hemos hecho ese camino! Es más, fue mucho más duro porque lo hacíamos desde dentro del nacionalismo. Me pareció absolutamente brillante y cierto. El mundo del nacionalismo nos miró primero con miedo y después con absoluta repugnancia”.
“Fui dos veces diputado en el Parlamento vasco por Euskadiko Ezkerra, y más tarde concejal en el Ayuntamiento de Bilbao por el PSE. A partir de entonces, comencé a recibir amenazas. Tuve una época en la que me llamaban por teléfono todos los días a partir de las 12 de la noche. Además, el comportamiento de los concejales de Herri Batasuna en Bilbao era de temor. Hubo una vez en la que, en un solo día, recibí 16 cartas amenazándome de muerte, con letra diferente”.
“Me pusieron escolta unos dos meses antes del atentado a Miguel Ángel Blanco, cuando era concejal en Bilbao. No me hacía gracia llevar escoltas. Al principio lo tomé como una especie de estigma, pero cuando a los dos meses se produjo el atentado contra Miguel Ángel Blanco es que ahí había marejadilla, rumores de que iban a ir a por concejales. Desde aquellas fechas estoy protegido, quitando algún breve momento en el que no estuve en política”.
“De repente, a algunos compañeros que estuvieron conmigo en la cárcel les avisaron de que estaban amenazados. A raíz de que les estallara una bomba a unos etarras que iban en un coche, poco después apareció un ordenador en un caserío en el que aparecía yo. También estaba en otra lista con varios dirigentes socialistas. Nos convocó a todos a una reunión un comisario de la Ertzaintza para decirnos lo que había aparecido y me di cuenta de que, en aquella lista, el único que no tenía escolta era yo, por lo que tenía todas las papeletas. Volví a tener escolta tras ese plazo de seis meses y más tarde me la reforzaron”.
“Tener escolta te cambia la vida. Primero te hace un inútil, conduciendo o en un montón de cosas. No es por culpa de los escoltas, pero también limita las condiciones más normales de vida. Yo me he separado hace algo más de dos años y no creo que sean ajenas las condiciones familiares que suponía mi régimen de vida, con un cansancio muy grande por parte de mi familia por tener que soportar a un personaje como yo, que además no soy muy prudente a la hora de estar callado”.
“Tuve que dejar de ir a ver los partidos de fútbol del Ahtletic de Bilbao en su estadio, San Mamés. Antes de los partidos, solía quedar con unos amigos para tomar algún café en un bar y luego ir tranquilos al campo. Luego a la salida tomábamos un par de potes, nos tomábamos el pelo, comentábamos el partido… Una vez me vino una nota de la Ertzaintza, de seguridad ciudadana, pidiéndome que no mantuviera esa rutina y que entrara al campo una vez iniciado el partido y que saliera antes del final. En esas circunstancias dejé de ir al fútbol. Por otro lado, creo que incluso en el mundo laboral el tener a un empleado amenazado no gusta. Otra cosa es que estés empleado y te caiga una amenaza, pero es muy difícil estar amenazado y buscar un trabajo teniendo escolta. No te lo dicen, pero creo que he tenido dificultades para encontrar trabajo por este hecho”.
“A parte, alguna vez he recibido algún insulto por la calle, algún empujón… Una noche que tenía congreso del PSE y se hacía tarde le dije al escolta que marchara a casa. Después, iba andando hacia casa sobre las 2 de la noche y noté una palmada detrás de la oreja y me dieron un empujón. Peso bastante y el empujón no me afectó mucho. Sí la palmada en la oreja en una calle solitaria en aquellas horas. Luego me tomaron el pelo unos chavales y yo pensé que no me libraba de una paliza. Pero no sé qué pasó, que se retiraron un poco, seguí andando y me marché. Ese fue un momento desagradable. También recuerdo un cojo que me pisó de un bastonazo por ‘traidor’. Tengo mala memoria, pero además de algunos insultos, pocas cosas más”.
“Otra cosa que me sentó muy mal fue cuando se dio la tregua de 2005 y 2006. Nada más salir ETA declarando la tregua hubo una cantidad de gente que me encontraba y me felicitaba por ello. Esto me indignaba profundamente. ¿Acaso les debo yo mi vida a esa panda? Esto me sentó mucho peor que la palmada detrás de la oreja. Personas que habían dejado de dirigirme la palabra, incluida una familia vecina que tuvo durante meses una pancarta colgada que decía No a la guerra, vinieron a volver a hablar conmigo porque había llegado la tregua. A veces ponía cara de idiota y daba las gracias, pero fastidia mucho que vengan los ‘perdonavidas’ y luego la gente multiplique ese efecto”.
“Es decir, tanto por un lado como por otro, la estabilidad psíquica se ve profundamente alterada. Me hacían falta momentos determinados de reflexión, buscando la entereza y el equilibrio para poder seguir viviendo el día siguiente”.
“He sido amenazado porque soy un obstáculo para ellos, porque no me quedé callado, porque seguí viviendo aquí, porque les conocía y encontraba los trucos de su discurso y porque no sé si es que la pelea la tenemos desde que mataron a ‘Pertur’ en 1974 o porque salimos de KAS por mi culpa. No es simplemente porque soy militante del Partido Socialista. Tanto lo mío como lo de Mario Onaindia viene de tiempo atrás, porque para ese mundo somos los más supremos traidores y por eso estábamos entre sus objetivos”.
“Yo me podía haber ido a vivir a Sevilla, pero tengo una responsabilidad por ese monstruo que por ingenuidad, estupidez, rebeldía, desconocimiento… creé. Mi responsabilidad es que antes de que yo me muera pueda ver que ETA ha desaparecido de verdad. Lo que tengo es un sentimiento de responsabilidad, era difícil saber que ETA se convertiría en lo que luego fue. Pero, si nadie se hubiera movido contra el Franquismo, probablemente no hubiera habido ninguna reflexión desde el seno del Régimen. Si no se hubiera producido el atentado contra Carrero Blanco es posible que la reflexión no se hubiera dado. Es cierto que la Revolución de los Claveles de Portugal les hubiera producido una reflexión. En parte, tengo un sentimiento de culpabilidad, pero no tanto por aquello, sino por sus consecuencias posteriores”.
“Si algo he aprendido porque he sido de ellos es que no me puedo fiar, pese a la situación actual de cese de la actividad armada. No me fío ni de los partidos políticos tradicionales, con los cuales ha sido un honor trabajar. Tuve la sensación de ‘librarme’ de la amenaza cuando se dio el Pacto de Estella, pero porque no sabía lo que se firmaba. En esos momentos se produjo una tregua y tenía confianza en que el PNV le pudiera buscar a ETA una ‘pista de aterrizaje’. Pero no fue así”.
“Personalmente quisiera que salieran a la calle, que reconstituyeran sus vidas, que tuvieran hijos… pero en un marco democrático. La democracia tiene que ser el sistema que perdure frente a una ideología criminógena y de concepción totalitaria. En ese sentido es en el que digo que tiene que haber vencedores y vencidos. Pero personalmente quisiera que saliesen y que tuviesen las mismas oportunidades que yo he tenido. También he hecho todo lo posible para que hubiera salida, medidas de reinserción. Personalmente también he ido de un sitio a otro para que se indultara a alguno que, si se le indulta, debe reconocer el daño causado o, al menos, la responsabilidad de lo hecho y no salir para posteriormente andar por la calle como los creadores de un nuevo sistema político sostenido en el asesinato de inocentes que no tiene sentido”.