DATOS PERSONALES:
Nombre: sin nombre. (Bizkaia)
Edad: 56 años.
Profesión: Directivo de una empresa del sector de la construcción.
Situación familiar: Casado, 2 hijos.
COLECTIVO: Trabajadores de las infraestructuras del Tren de Alta Velocidad (TAV).
HECHOS:
– En el año 2006 se ponen en marcha las obras del trazado ferroviario vasco. Desde ese mismo momento las compañías que participan en el proyecto reciben constantes amenazas de la banda terrorista ETA*. Se producen casi un centenar de ataques en las obras, además de varios atentados con bomba reivindicados por ETA contra las adjudicatarias de la infraestructura.
– ETA amenaza directamente a las empresas del TAV en diversas ocasiones, siendo especialmente contundente en el comunicado hecho público el 18 de agosto de 2008.
– El día 3 de diciembre de 2008, la banda terrorista asesina en Azpeitia al empresario, de 71 años, Ignacio Uria. ETA justifica este asesinato diciendo que la víctima era consejero de la constructora Altuna y Uria, que trabaja en las obras del TAV.
– Tras el asesinato los empresarios del sector se reúnen y deciden poner protección a determinados directivos, entre los que se halla el entrevistado.
CONSECUENCIAS:
“Antes de que se produjera el asesinato de Ignacio Uria, no habíamos tomado ninguna medida de protección personal, aunque nos habían avisado del posible peligro. A raíz de su muerte hemos tenido metido el miedo en el cuerpo. Es cuando comienzo a llevar escolta”.
“Desde el asesinato, se inicia una enorme preocupación y miedo, que se van mitigando un poco con el tiempo porque, afortunadamente, no se ha vuelto a producir una situación similar. Además, el día a día no te deja pensar en ello. De lo contrario, no puedes trabajar.”
“Primero fuimos las propias empresas quienes nos decidimos a contratar escoltas para algunos directivos. Pasados dos o tres meses se pusieron en contacto con nosotros la Consejería de Interior del Gobierno vasco y el Ministerio de Interior. Cuando ellos nos avisan y nos van dando datos es cuando somos más conscientes del peligro, y el miedo aumenta mucho”.
“A partir de ese momento mi vida cambia. No tengo la misma libertad. Cualquier hecho normal se modifica. Tengo que esperar a que mi escolta llegue a mi casa para salir. Cuando me voy de la oficina, primero ha habido que vigilar las vías de salida. Tengo que llamar a una persona para realizar cualquier acto de mi vida cotidiana. Es un condicionante muy importante en mi vida”.
“En el plano familiar resultó muy impactante, sobre todo al principio. Luego, más o menos, ya lo hemos ido asimilando. Afortunadamente mis hijos estudian fuera y yo creo que, por eso, son menos conscientes de lo que está pasando. Es mi mujer quien lo sufre más”.
“Al principio la familia sí que se preocupó mucho, me llegaron a decir que dejase esto. Pero al final el día a día lo calma todo. Especialmente, creo que influye mucho el hecho de que ellos vivan fuera y no me vean todo el día con el escolta. Ellos se han relajado, yo creo que se han olvidado.”
“Los fines de semana yo prescindo de mi escolta, sé que soy muy inconsciente, pero necesito esa libertad. Aún así le llamo para que me saque el coche del garaje, por si me han puesto una bomba en los bajos, porque sé que es lo mas fácil de hacer. Luego yo me voy solo”.
“Ya sabíamos que había un peligro en meterse en esta infraestructura. Pero no hubiésemos podido renunciar a éste trabajo, es una inversión muy importante y dependemos de este tipo de inversiones para no hundirnos. Para una empresa local es una cuestión de necesidad. Hubo empresas que no quisieron participar por la amenaza terrorista, fueron empresas de fuera. Para nosotros era necesario. Esto ha supuesto que haya gente aquí que esté muy afectada psicológicamente. Yo creo no estarlo tanto pero creo que es por una cierta irresponsabilidad mía”.
“No quiero que esto me afecte y por eso prefiero no pensar en ello. Hay otra gente a la que le afecta sobremanera, y su grado de preocupación es mucho mayor. Ahora, también sé que si se produjera otro atentado mi actitud cambiaría radicalmente”.
“También, todo esto ha afectado muchísimo en el aumento de gastos que ha tenido que hacer la empresa, no ya sólo en el pago de escoltas, sino también por la fuerte inversión que hemos tenido que realizar para blindar las obras frente a todo tipo de ataques y sabotajes. Las tenemos llenas de medidas de seguridad. Es una cosa exageradísima que nunca antes se había producido”.
“Se han recibido amenazas en las obras, las han recibido todas las empresas. Por eso, inicialmente hubo gente con mucho miedo, obreros que no querían trabajar en estas obras. Tuvimos grandes dificultades para conseguir gente por el pavor que sentían. Es triste, pero la crisis económica y por tanto la necesidad de trabajar, han hecho que esto cambie. Lo que les resulta mas fácil para parar todo es meter miedo al trabajador, no al directivo, que va protegido. Y ellos, los trabajadores, son la base de todo”.
“También los promotores con los que trabajo han sentido la presión del entorno de los violentos. Han sufrido actos de boicot en ayuntamientos afectados por las obras. Hemos visto cómo se amedrentaba a propietarios de terrenos a expropiar, etc. Todo esto ha dilatado mucho los plazos, pero sobre todo lo peor es el miedo que ha generado, miedo muy anterior al asesinato de Uria”.
“Cuando empezó todo, en las reuniones de empresarios había quien estaba molesto, yo creo que por miedo, con declaraciones de dirigentes de nuestro sector que públicamente manifestaban que ante las presiones y ataques, el cuerpo empresarial estaba dispuesto por encima de todo a apostar por el TAV. Eran pequeños empresarios que tenían miedo de que les afectase. Hubo incluso proveedores habituales que, por temor, no quisieron meterse”.
“En este caso nos ha tocado a los constructores la china, pero habrá que apechugar con ello. Ya estaban amenazados los jueces, los ertzainas, los periodistas… Ahora nos toca a nosotros y tenemos que seguir adelante. Yo creo que esto debe ser así”.
Fuentes documentación adjunta:
*www.elpaís.es
**www.elmundo.es