Manoli Uranga es concejal del PSE-EE en Beasain.  Sus problemas comenzaron en 1976,  cuando se afilió a CC.OO. En febrero de 2009, su casa es atacada con botes de pintura. En diciembre de ese mismo año, un grupo de encapuchados se reúne frente a su casa acusándola de ser responsable del encarcelamiento de etarras.

DATOS PERSONALES:

Nombre: Manoli Uranga

Edad: 57 años. 

 Cargo: Concejala de Azpeitia de 2005 a 2008.  Concejala en Beasain desde 2008. Pertenece al PSE-EE.

Situación familiar:  casada, 1 hija. Reside en Azpeitia (Guipúzcoa).

 

COLECTIVO: Concejales.



HECHOS:

 – En el año 1976, con 23 años, tras aprobarse la legalización de los sindicatos, decide afiliarse a CC.OO. Al hacerse pública su afiliación, empieza a sufrir los primeros ataques por parte del entorno del nacionalismo radical. Es insultada, amenazada, agredida y su casa asaltada con cócteles incendiarios.

– En octubre del año 2000, sin ostentar cargo político alguno, su domicilio es atacado con cócteles molotov. Uno de ellos impactó en el interior quedando el fuego a un metro de la cama.

–El 18 de junio de 2005, el mismo día en  que ETA anuncia que suspende sus atentados contra los cargos electos del PP y el PSE-EE, tocan el timbre de su casa para decirle : “Hija de puta, tú no te escapas”.

–El 10 de noviembre de 2006, tras ser nombrada concejal de Azpeitia, entre la una y las tres de la tarde realizan una pintada en la fachada de su casa con la leyenda “Manoli, lotu zure txakurrak” (Manoli, ata a tus perros) en clara referencia a sus escoltas.

– Transcurridos 20 días,  y mientras ella estaba en el ayuntamiento, una persona se dirige  a uno de sus escoltas para decirle: “el siguiente eres tú”, y seguidamente agregar: “tú, la rubia y Manoli sois los siguientes”.  “La  rubia” es la otra escolta que le acompaña.

– El 2 de agosto de ese año vuelve a recibir amenazas verbales.

– En mayo de 2007 aparecen pintadas con amenazas a ella en el pueblo donde reside.

–En diciembre de 2007 los  radicales lanzan pintura contra su casa.

–El  9 de febrero de 2009 realizan una pintada con su nombre en el centro de una diana  en la fachada de su domicilio.

El 23 de febrero de 2009,  su casa es atacada con botes de pintura. Ese mismo día estalla una bomba en la sede del PSE-EE en Lazkao.

– El 5 de diciembre de 2009,  un grupo de 16 personas encapuchadas, con camisetas de organizaciones declaradas terroristas, se sitúan delante de su casa arrodilladas lanzando consignas proetarras y acusándole de ser responsable de los encarcelamientos. Antes,  habían estado manifestándose por todo el pueblo lanzando gritos y acusaciones contra ella. No interviene ninguna fuerza de seguridad para impedirlo.

– El 13 de mayo de 2010 aparecen pintadas amenazantes en su hogar.

– No sabe cuantificar las innumerables veces que ha sido atacada su casa, ni el número de pintadas que ha sufrido.]


CONSECUENCIAS:

“No sé si los problemas vienen por mi cargo político. Lo que sé es que vienen desde que tenía 23 años, cuando en mi pueblo, Azpeitia, me tacharon de españolista por haberme afiliado a un sindicato no nacionalista. En ese momento comenzó el hostigamiento. Me insultaban y amenazaban en el pueblo porque se acababan de legalizar los sindicatos y yo era de Comisiones Obreras. Eso para ellos era ser españolista”.

“Surgieron así mis primeras discusiones con ellos porque decían que yo no era vasca. Yo les decía que había nacido aquí. No entiendo por qué ellos pueden decir quién es vasco y quién no lo es”.

“Los primeros atentados los tuve sin tener ningún cargo político. No sé por qué fueron, no los justificaron. Hasta que llegó el primer atentado yo viví esperándolo porque sabía que pasaría. Y es que ves cómo te miran, cómo te insultan. He visto durante todos estos años cómo te amenazan,  incluso con tregua”.

“Es mucho más cómodo hacer que no se ve nada y mirar para otro lado. Yo hice lo que creí que tenía que hacer. Eso me supuso problemas con mi hija.  Era difícil que mi hija, con 13 o 14 años, me comprendiera.  Era duro hablar con ella. No lo entendía. Ella nació aquí y desde pequeña le decían como un insulto que su madre era española. Han pasado muchas cosas difíciles de explicar, esto hay que vivirlo, aquí hay que enseñar mucho a los críos desde pequeños. Hoy valora lo que hago”.

“Me han lanzado cócteles molotov al menos seis veces, he tenido infinidad de pintadas y, por supuesto, a mis escoltas también les miran mal, también les han amenazado”.

“En el pueblo hay gente de todo tipo. Hace tiempo que las cosas cambiaron un poco y ahora, aunque no digan nada, veo algunas miradas de complicidad. Incluso una de las veces que atacaron mi casa, unas vecinas que vieron a los autores,  los increparon. Sin embargo,  a mí me da mucho miedo saludar o pararme con esa gente porque les podría marcar”.

“En la actualidad,  mi situación es muy parecida a la que ya viví anteriormente. Las cosas se repiten. El último ataque lo tuve el pasado 5 de diciembre. Dieciséis personas encapuchadas con camisetas de “independentzia” se arrodillaron delante de mi casa,  acusándome de ser responsable de encarcelamientos de etarras. Venían de recorrer las calles del pueblo lanzando consignas contra mí. No intervino ninguna fuerza de seguridad para impedirlo, pero me llamaron para decirme que no me asomara a la ventana. Por suerte, yo estaba fuera del País Vasco y no había nadie en el domicilio”.

“Mi vida no es muy normal. Yo todos los días bajo de mi casa y, cambiando de sitio cada vez, con mis escoltas,  me tomo un café y compro el periódico. Después, tengo que salir de mi pueblo para poder hacer las cosas de mi vida normal, como es hacer la compra. Y, por supuesto, nunca me veo con mi familia en el pueblo, aunque todos residamos en el mismo sitio. Somos once hermanos, cada uno distinto al otro pero todos nos arropamos”.

“Cuando salgo del País Vasco me siento más libre. Pero no son muy diferentes mis momentos de relajarme porque cuando estoy aquí y quiero relajarme,  me voy con los escoltas a varios kilómetros de donde vivo, al monte, y allí me pierdo yo sola”.

“Nosotros no tenemos que cambiar, tienen que cambiar ellos. Que dejen de tener odio. No me explico cómo esta generación de 20 y 30 años sigue teniendo esa mirada hacia nosotros. Y lo veo porque para mostrar tanto odio no hace falta hablar, no sé quiénes se lo han metido. Me da miedo ese odio, pero también mucha pena, porque ellos a la cara no te pueden mirar,  pero yo les sigo mirando a la cara cuando se plantan delante de mi casa. Ellos odian todo lo que no sea lo suyo, no ven mas allá”.

“La situación está igual que antes de la tregua. Yo me siento observada, igual que antes,  y ellos, en el momento que puedan actuar, lo harán”.

“Yo no espero ningún reconocimiento, sólo espero dignidad y que seamos tratados como personas, no como un saco de patatas. Porque yo me siento tratada así. Somos mera mercancía y por seguridad tenemos que vivir así, somos como objetos”.

Documentación relacionada: elmundo.es]