DATOS PERSONALES:
Nombre: Francisco Javier Elzo Imaz
Edad: 69 años (1942)
Profesión: Catedrático de Sociología.
Situación familiar: Casado. Dos hijos.
COLECTIVO: Amenazados.
HECHOS
- Autor de numerosas tesis que analizan la violencia juvenil y política, Javier Elzo se caracteriza por su implicación política y sus análisis sobre la influencia de ETA y su entorno. Como consecuencia de ello, ha sido amenazado en numerosas ocasiones y ha tenido que vivir con escolta durante años.
CONSECUENCIAS
“A 5 de febrero de 2007, suelo decir que he vivido 10 años, 2 meses y 2 días con algún tipo de protección, de los cuales, cuatro años y medio con escolta. Me da la impresión, o al menos he querido creer siempre, que otros tenían más boletos que yo. Esto es muy egoísta decirlo. Aunque siempre me pasaba por la mente, yo estaba muy obsesionado con la imagen de Ernest Lluch, porque él tampoco quería pensar que tenía muchos boletos y eso es lo que le pasó a él”.
“Sé lo que es sentirme agredido, y más que agredido, amenazado. Por ejemplo, me han llegado a hacer gestos de amenaza en el centro de San Sebastián un mediodía. El miedo es una cosa muy complicada. Acercarte a la puerta de tu casa, que es uno de los sitios más complicados, y, de pronto, ver a un par de personas allí que no se mueven y que no se sabe quiénes son y miran un coche… Son situaciones que he padecido varias veces”.
“En el momento en que yo he estado, digamos, en la vorágine de la amenaza, cuando con relativa frecuencia había insultos en la calle, pintadas en casa, amenazas verbales o me llamaba la Ertzaintza o Guardia Civil para decirme que había aparecido en papeles, es como si uno tuviera una adrenalina muy fuerte dentro de sí mismo que, al menos en mi caso, me hacía no ver las repercusiones que eso estaba teniendo en mi familia. Después me he dado cuenta de que esa repercusión era muchísimo mayor de lo que yo pensaba en un primer momento. Hasta tal punto es así, que hoy en día yo creo que, más que yo, han sufrido y padecido mi situación personal mi esposa, mi hijo y mi hija. Probablemente lo han pasado peor que yo”.
“El distanciamiento, que también lo he percibido en algunos sitios, es algo particularmente doloroso porque te das cuenta de que eres molesto, que la gente no quiere estar mucho contigo. No es que eso haya sido muy generalizado, pero en algunos sitios significados sí lo he percibido, y es una especie de excluido del afecto”.
“Es una percepción que he sentido muchas veces. La intensidad profunda de que no puedo no decir lo que estoy diciendo y que, lo que estoy diciendo, lo hago sin agresividad, sin necesidad de herir a nadie y que no me dejo llevar por la ira ni por el miedo”.
“En mi historia personal yo he vivido, digamos, las dos realidades. Y esas dos realidades probablemente me han marcado muy profundamente y han hecho que yo sea vitalmente lo que sea. La irreductibilidad del mal en un solo lado. La absoluta necesidad de saber que es cierto que existe el mal de ETA, a mí me lo van a decir. Pero no puedo olvidar a gente que es familiar mío que vio el mal en el otro lado y que murió viendo el mal en el otro lado. De ahí, el símil de las alambradas es muy importante. Tenemos que romper las alambradas, quizás esas personas que, en nuestra historia personal, hemos vivido las dos alambradas”.
“Yo sé el nombre de la persona que puso el ‘petardo’ en casa. Me gustaría no recordarlo, pero hay otras circunstancias, de las que algunas son positivas, que hacen que ese nombre esté en mi cabeza. Yo he querido olvidar esas personas y no me importa decir que lo he perdonado. Lo he perdonado sin nada a cambio, en parte por mi convicción de cristiano. Me he dado cuenta de que el perdón libera”.
“Solamente la verdad nos va a salvar. Al menos, la búsqueda de la verdad y el ponerla por encima de todo y aceptar que, entre los míos, ha habido gente que ha hecho salvajadas. Y no buscar solamente las salvajadas entre los otros. Eso supone poner la palabra veraz, la búsqueda incesante de la verdad. Yo creo que eso es una asignatura pendiente en Euskadi”.