DATOS PERSONALES:
Nombre: Iñaki Dubreuil Churruca
Edad: 54 años (1958)
Profesión / Cargo: Trabajador social / Concejal del PSE-EE en el Ayuntamiento de Ordizia (Gipuzkoa).
Situación familiar: Casado. Dos hijos.
Lugar de procedencia: Ordizia (Gipuzkoa).
COLECTIVO: Políticos.
HECHOS
- Afiliado al PSE-EE desde 1992, entró como concejal en el Ayuntamiento de Ordizia (Gipuzkoa) en el año 2000, para sustituir a José Manuel Ros en el cargo, concejal que abandonó sus funciones tras sufrir dos atentados en su bufete de abogados.
- Poco después de recibir la protección de escolta (diciembre de 2000), el 22 de febrero de 2001, ETA intentó asesinar a Iñaki Dubreuil accionando un coche-bomba a distancia cuando se dirigía a trabajar. Como consecuencia de la explosión, ETA quitó la vida a Josu Leonet y José Ángel Santos, quienes junto a muchas otras personas que también resultaron heridas, se encontraban cerca de Iñaki Dubreuil mientras se dirigían a sus trabajos.
- Iñaki Dubreuil sufrió quemaduras de primer, segundo y tercer grado y heridas por metralla que se le han ido curando con el tiempo. Además, ha padecido secuelas psicológicas por las que continúa tratándose.
CONSECUENCIAS
“Tras haber estado un año en la órbita, entré en el Partido Socialista en 1992. Anteriormente había estado en la línea de la izquierda abertzale, en la época de juventud. Desde que me afilié estuve trabajando en el Partido Socialista hasta el año 2000, cuando sustituí en el Ayuntamiento de Ordizia al concejal socialista José Manuel Ros después de que sufriera dos atentados en su bufete de abogados y decidiera pensar en nuevos aires. Ese mismo año, en diciembre, me pusieron un escolta. Apenas dos meses después, el 22 de febrero de 2001, sufrí un atentado con un coche-bomba cargado de entre 6 y 15 kilos de explosivos”.
“Desde el momento en que entras a formar parte de un partido político como el Partido Socialista o el Partido Popular, que se consideraban por parte de la izquierda abertzale como enemigos de Euskal Herria, te das cuenta de que estás en el otro lado y comienzan las preocupaciones. Cuando ETA empezó a ampliar su abanico de posibles objetivos, te das cuenta de que la cosa va más en serio hacia ti. Ya lo era antes porque habían matado a todo tipo de gente, pero directamente a concejales de partidos políticos no era lo más habitual. A raíz de los asesinatos de Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez te empezabas a preocupar seriamente por tu vida y la de tu familia”.
“Al poco tiempo de entrar en el Ayuntamiento para sustituir a José Manuel Ros hubo unas elecciones en las que me presenté como cabeza de lista del PSE-EE y en ese momento ya sabía que me estaba exponiendo más a la amenaza de ETA. Aunque Ordizia es un pueblo pequeño. El mismo año que me afilié al partido hicimos una rueda de prensa para publicitar la nueva ejecutiva local. A partir de ahí la gente ya podía ver que pertenecía al PSE-EE y fue cuando empezaron los problemas. Al venir de la izquierda abertzale, quieras que no, tenía varios amigos de ese entorno. Entonces te llaman traidor, te llaman de todo, te dicen que te has pasado al Partido Socialista por dinero, te quitan el saludo y no te hablan… Te empiezan a machacar un poco por esa línea. Mis relaciones sociales se resintieron”.
“Esto por un lado me perjudicó porque tenía muchos amigos de ese ámbito. Pero, por otro lado, como también tenía amigos de la otra parte, por decirlo de alguna manera, te sientes arropado. Con mi familia y buena parte de mis amigos no he tenido ningún problema. Esa es una situación que te facilita las cosas. Me sentí arropado, pero fue una época un poco dura”.
“A día de hoy (21 de febrero de 2012), todavía llevo escolta. Me imagino que me la quitarán muy pronto. Al tener escolta pierdes la espontaneidad, eso de salir de casa y decidir que te apetece ir a algún sitio o a otro… Lo pierdes porque hay que avisar con antelación. También el ir en cuadrilla de amigos con los escoltas también es diferente. Por cualquier salida o cosa que tengas que hacer tienes que estar pensando cuándo lo vas a hacer para llamar a la escolta con suficiente antelación. Incluso pierdes cierta intimidad. Pero también es algo que da seguridad”.
“Sabía que podía ser objeto de un atentado. Era una época en la que para salir de casa lo hacía antes o después que mi mujer para no hacerlo juntos, entraba en casa después de mis hijos… Procuraba no estar con la familia en momentos de ese tipo”.
“El día del atentado, 22 de febrero de 2001, iba a trabajar a un polígono industrial a las afueras de San Sebastián. Como todos los días, me desplacé en tren. Estábamos muchas personas que nos bajábamos del apeadero para ir a las empresas del entorno. Entonces, en un punto del itinerario, explotó un coche-bomba”.
“Me acuerdo de la imagen del atentado. Yo estaba en el suelo, abrí los ojos y, al ver el cielo azul pensé, estoy vivo. Lo primero que pensé era que me habían pillado y luego verme que estaba vivo. Me levanté, miré a un lado y a otro y vi unas piernas. Había un camión que me impedía ver más. Vi un coche destrozado también. Cuando me iba acercando adonde las piernas explotó otra vez un poquito algo que habría quedado en el coche. Me retiré un poco y me iba quitando metralla. Lo primero que hice fue llamar a mi mujer y a un compañero. A mi mujer le dije que había habido una bomba pero que no se preocupara porque estaba bien. A partir de ahí llegó el turno de ambulancias y hospitales”.
“Después me preocupé por la gente que había. Como todos los días, iba rodeado por bastante gente que iba por delante o por detrás. La preocupación que yo tenía era que la bomba tenía que haber pillado a la gente. Hasta pasar unas buenas horas no me dijeron nada”.
“Murieron dos personas que iban a trabajar y que se llamaban Josu Leonet y Miguel Ángel Santos. Estuvieron muy graves otros dos, Igor Larrea y José Ignacio Urrestarazu, que también iban a trabajar. El siguiente herido más grave era yo y, después, estaba el escolta y otras dos o tres personas que también tuvieron heridas leves. Si se llega a dar la casualidad de que hubiéramos ido un poco más juntos o aprietan el botón que explotó la bomba en otro momento podríamos haber muerto más personas”.
“Como consecuencia del atentado, tuve quemaduras de primer, segundo y tercer grado en la cabeza y las manos. Para las curas te limpian en una bañera y te van quitando piel. Tienen que limpiar muy bien porque también sale una especie de sebito que te tienen que rascar para quitar. Es muy doloroso. En el hospital estuve 15 días y después estuve haciéndome las curas en casa primero con una enfermera que venía y luego con mi mujer. No podía hacer nada solo; ni comer, ni bañarme… Tenía las manos y las piernas vendadas y la cabeza destrozada. Tenía muchos restos de metralla en el cuerpo, que me provocaron unas 30 heridas que ya han ido cicatrizando. Más tarde también me sacaron una esquirla de metal de la rodilla que no me dejaba andar bien. Entre los días en el hospital y las curas en casa, hasta que salí a la calle por primera vez, pasaría aproximadamente un mes y medio”.
“En la época en la que sufrí el atentado todavía no habían asesinado a ningún concejal socialista. El primero fue Froilán Elespe, después de mi el siguiente contra el que atentaron. Fue muy duro porque fue uno de los que me visitó en el hospital. Me acuerdo de que le dije que debía coger escolta, después de lo que me había pasado. Cuando, tras el atentado, ya estaba en condiciones de salir a la calle, el primer día que salí le invité a mi mujer a comer a un restaurante. Al terminar de comer, mis escoltas me avisaron de que acababan de matar a Froilán en Lasarte-Oria y fui para allí. Fue bastante duro”.
“A mí me vinieron a visitar al hospital los concejales de Batasuna. Me dijeron que no tenían palabras. Sin embargo, en el pleno algunos partidos presentaron una propuesta de moción contra el atentado, con una serie de puntos. Entonces, ves la intervención del concejal de Batasuna y solo hay referencias a las personas que murieron, sin ninguna referencia a los demás heridos ni a mí. El mismo día del atentado dijeron que lamentaban las muertes de Josu Leonet y Miguel Ángel Santos. Yo, como si no existiera. Y al día siguiente me visitaron. La visita al hospital la entienden como algo personal y ya han cumplido. Personalmente les duele lo que ha ocurrido pero no políticamente. Estas, son cosas que duelen”.
“Las peores consecuencias que para mí trajo el atentado son de aspecto psíquico. Empecé a ser tratado por la consulta de Psiquiatría en el hospital. Estuve cerca de un año acudiendo a la consulta para seguir un tratamiento. Después hubo algún cambio en el departamento de Psiquiatría y estuve con otro médico hasta hace algo más de un año que no voy a la consulta, aunque sigo con la medicación. La medicación la tengo que usar por los problemas que tengo de sueño. Todavía es el día que duermo muy poco. Me acuesto y en cuatro horas y cinco se me abren los ojos y tengo que entretenerme de alguna forma. Le das vueltas al coco, te levantas al ordenador, vas a la cocina… Todavía no estoy recuperado en este aspecto. Respecto a la ansiedad está ya bastante controlada, aunque de vez en cuando tenga que tomar algo de medicación”.
“Nunca he tenido ninguna agresión física. Sí ha habido los típicos panfletos en los que te ponen en la diana, carteles que te acusan de ser responsable de la dispersión y carcelero, algún mensaje anónimo que recibimos mi compañero socialista en el ayuntamiento Aitor Perlines y yo, alguna rata con la cabeza cortada en la escalera de casa… Durante unos años, ese tipo de cosas era habitual. Después del atentado no”.
“Esa es la forma en que funcionan. Primero, anatemizan a alguien. Te ponen como carcelero, responsable de la dispersión, enemigo de Euskal Herria y del euskera, etc., y eso va creando una especie de justificación para que te pueda ocurrir lo que sea. Es una de las cosas que siempre se han criticado a la izquierda ‘abertzale’, porque ETA te amenaza y te dice que va a ir a por ti. Pero quienes ponen las pancartas, carteles, hacen las pintadas y este tipo de cosas no son de ETA. Son gente de la izquierda ‘abertzale’ que crean ese caldo de cultivo para fundamentar o justificar luego cualquier tipo de cosa que te pueda ocurrir”.
“Me he sentido apoyado incluso desde antes de que sufriera el atentado. Una treintena de concejales y exconcejales del Ayuntamiento de Ordizia del PNV, EA, PP, todos los partidos que había por aquí, organizaron una cena para reconocer la situación que estaba viviendo. Por parte de mi familia, amigos y gente del pueblo no he tenido ningún problema. Siempre hay gente que, por lo que sea, luego ya me decían que no se acercaban a mí porque a lo mejor tenían un comercio y si le veían conmigo igual la gente dejaba de ir. Pero me he sentido arropado. De todas formas, tengo las cosas claras y tampoco necesito mucho arrope para saber que lo que estoy haciendo lo hago con la mejor voluntad del mundo y que tengo todo el derecho a participar en política. No necesito que mucha gente me diga qué bien lo haces, porque en ese sentido yo tengo claro que trato de hacerlo bien”.
“Alguna vez me han dado ganas de marchar de Ordizia, y de hecho he tenido propuestas a raíz del atentado, pero lo he descartado siempre. He nacido aquí, tengo mi familia y amigos aquí, mis trabajos han sido todos aquí… mi vida está aquí. Es cierto que puedes ir a otro lado y comenzar de nuevo, pero eso significa marchar con la familia a otro sitio y obligarles también, en cierta forma, a tener que empezar de cero. Además, no me siento culpable de nada para tener que irme de aquí. En todo caso, quienes tienen que marcharse son los que matan y hacen insufrible a la gente el vivir aquí. El planteamiento lógico y razonable es huir cuando te aprietan las clavijas y cuando estás en riesgo. Pienso que no se puede actuar así. Pensando únicamente en ti, sí. Una opción es la huida y otra la de quedarse a combatir a esta gente para que esto se normalice y que no tenga que irse nadie porque piensa de otra forma. Aunque le das muchas vueltas”.
“En los pueblos pequeños la presión social es grande. Sobre todo, en pueblos pequeños donde la mayoría es nacionalista. Y si en esos pueblos, la mayoría nacionalista es, además, de la izquierda ‘abertzale’, todavía mayor. La presión te puede afectar. Pero tienes tus apoyos en tus recursos, tus amigos, tu familia… Si no encuentras esos apoyos es normal que cedas a la presión. Pero cuando tienes arrope y sabes que no estás haciendo nada malo y te planteas si vas a aportar algo si te vas, la respuesta es no. Si me voy es que, encima, les estoy dando la razón y cumplo el objetivo que ellos quieren, que es el anularte de una forma u otra. O te anulan largándote o en la actividad política. Pues ni una cosa ni la otra”.
“He estado en dos juicios y creo que solamente en el último se ha encontrado culpable a una persona, que no era de las que intervino directamente en el atentado, sino de las que ordenaron hacerlo o hicieron algún seguimiento con antelación… No se ha hecho justicia, por lo menos, en el campo de lo legal porque no se ha encontrado a los culpables del atentado”.
“Siempre soy de los que ve la botella medio llena y tengo cierto buen humor. Mi estado anímico ahora es mucho mejor que el de hace tres años, muchísimo mejor que el de hace 10 y todavía muchísimo mejor que el de hace 20. La situación política ha cambiado y está en proceso de darse un cambio que sea palpable. En ese sentido me encuentro más animado que antes. En mi vida he tenido muchos altibajos. Tuve muchas esperanzas con la anterior tregua. Parece que te da un subidón, pero cuando se rompió la tregua, lo pasas mal porque piensas que vuelves otra vez a lo mismo. Te quedas con las ganas y vuelves a ver tu vida con un porcentaje de amenaza superior”.
“El temor a que se vuelve a repetir algo como lo del atentado, en estos momentos, lo tengo con un porcentaje muy bajo. Lo que no descarto es que algún elemento indisciplinado o disperso haga alguna barbaridad. No conozco muchos procesos de paz, pero de los que conozco siempre ha habido sectores de las organizaciones del tipo de ETA que se han resistido a dejar y ha intentado continuar con la violencia. Esa es la pequeña preocupación que me queda”.